En
1512, durante la regencia de Fernando V (el Católico), el conquistador
castellano Juan Ponce de León parte de la isla de San Juan, en las Antillas, a
la cabeza de una expedición para encontrar lo que el historiador Fray Iñigo
Abad y Lasierra ha calificado como una ´´quimera`` revelada por los indios de
Boriquem[1],
un lugar para ´´aliviar los ajes de la arrugada vejez comunicando el rigor y
gracia de la mocedad``,[2] seguramente
más conocido por la descripción del cronista español del siglo XVI López de
Gómara, que lo define como la fuente que
tornaba mozos a los viejos[3].
Vemos
aquí el origen del segundo gran mito de América, si el primero de ellos
corresponde a la perdida ciudad de El Dorado,
en Sudamérica, lugar de una riqueza inimaginable, el segundo se refiere a la
también perdida Fuente de la Juventud,
en la zona insular caribeña y territorio costero continental de Norteamérica.
Una vez introducidos en este contexto, se hace necesaria una mención al mito de
las ´´Siete Ciudades de Cíbola``[4]
situadas ya en1512 en documentos como parte del territorio mejicano. Mitos
posiblemente difundidos para fomentar la afluencia de colonos a los nuevos
territorios americanos, y que no siempre resultan originales, sino más bien una
adaptación de los antiguos mitos europeos, como el de la fuente de la Juventud,
buscada en el siglo XIV por el caballero bretón Jea de Bethencourt que, enfermo
de Lepra, inicia la conquista de las Fortunatae Insulae, las Isla de la
Fortuna o Islas Afortunadas[5]
persiguiendo el mito que aseguraba que en ellas se podía curar cualquier mal y
disfrutar de una juventud permanente. O
el de las Siete Ciudades Encantadas de Cíbola, probablemente basado en la
leyenda de la isla de las Siete ciudades, situada en medio del Atlántico, y de
las que se decía fueron fundadas por obispos hispanos que huyeron de la
invasión musulmana en el s. VIII d. C.
El
8 de abril de 1512, Domingo de Resurrección o de Pascua Florida, Juan Ponce de
León avistó una costa salpicada de flores, un nuevo territorio tomó por una
isla a la que bautizó como Tierra Florida,
hoy conocido como Florida, en los
Estados Unidos. Es posible que antes de él, otros navegantes la hubiesen
avistado y puede que hasta pisado, pero sin ser conscientes de que se trataba,
y si bien en esta ocasión no logro ser ocupada, sin que quedara constancia de
este territorio para una más que posible expansión colonial.
En
lo que se refiere a Ponce de León, regresó muy ilusionado de su viaje. La
descripción que hizo de él no tardó en llegar a la corte castellana que
afrontaba años muy lúgubres tras las muertes de importantes miembros de la
familia real, empezando por la del Príncipe de Asturias, Don Juan en 1497,
seguida por la de su madre, la reina Isabel I de Castilla en 1504, la del
archiduque Don Felipe en 1506, esposo de Juana I de Castilla, en el mismo año
de la muerte del Almirante de la Mar Océana Don Cristóbal Colon. Durante la
regencia de Fernando II de Aragón, la corte castellana concede a Ponce de león
el titulo de Adelantado[6]
de las islas Bimini y la Florida, convirtiéndolo en el primer adelantado de la
Florida. Se ha barajado la posibilidad de que se le concediese con el propósito
de que sus logros restasen importancia a estas muertes, pero dadas las fechas
en que se produjeron, sería tanto como decir que el objetivo mismo de la
colonización americana fue alegrar a la corte con los beneficios conseguidos,
una teoría que aunque posible, no tiene demasiado sentido. Más bien podría
decirse que se autorizo la expedición de Ponce de León porque no había motivos
para no intentarlo, era un territorio muy próximo a las bases españolas,
sobretodo Cuba, que ofrecía nuevas posibilidades y porque no, confirmar si se
trataba del lugar del que hablaban los indios boricuos.
[1] Puerto
Rico
[2] SOLIS DE
MERAS, Gonzalo. Pedro Menéndez de Avilés
y la conquista de la Florida (1565). Grupo editorial asturiano. Oviedo
1990. P 17
[3] FRANKLIN
PEASE, G.Y. Historia General de América
Latina. Ediciones Unesco y Editorial Trotta Paris. 2000. P 202
[4] Un mito
de unos antiguos y ricos territorios situados al oeste de los actuales Estados
Unidos. Víctima de esta creencia, el virrey de Nuevo México, don Antonio de
Mendoza, envía con el objeto de encontrar las Siete Ciudades al capitán
Francisco Vázquez de Coronado, y aunque evidentemente no aparecieron, los
exploradores lograron alcanzar las actuales regiones de Dakota y Nebraska.
[5]Nombre
que los romanos dieron a las Islas Canarias
[6] El
titulo de ´´adelantado de la mar`` se le concedía al líder de una expedición
otorgándole el gobierno de los territorios que conquistase o descubriese. Se
calcula que en época de Carlos I y Felipe II se concedieron unos 300 títulos de
adelantado.
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